Dijimos que diferentes pueblos, alejados entre sí en el tiempo y el espacio, acostumbraban a mostrar símbolos similares en sus manifestaciones sagradas.
Por ejemplo, los círculos, que representan la eternidad y los cuadrados o cruces, que representan el cuatro como elementos que describen cierto principio relacionado con lo divino, se encuentran en todas partes. No solo en imágenes o construcciones, sino también en la literatura, tal como en esta cita de Al Tirmidhi: “Los que estaban con el Profeta preguntaron: ‘¿Qué son los jardines del Paraíso?’ Este respondió: ‘Círculos de gente que invoca,’” o este otro del Buda: “Largo es el círculo de renacimientos para un tonto que no conoce la verdadera Ley.”
En la Hungría de hoy, una concha de molusco con una cruz fue tallada hace alrededor de 100.000 años, antes de las épocas históricas. La figura no solo muestra una cruz, sino que también la combina con un círculo.
La misma combinación aparece en una pieza de bronce en el norte de Afghanistán, que data de hace 4000 o 3500 años, o en un sarcófago más cristiano del siglo V, en Ravenna.
La cara del sarcófago muestrea también un cuadrado que entra en la combinación. En tanto, la misma idea cristiana de la crucifixión se muestra en una imagen nativa de hace 6000 años en el Parque Canyon State, en Texas, que asombrosamente muestra cuatro dedos en cada uno de sus brazos extendidos.
Quizás toda esta magia que rodea al cuadrado esté representada en las palabras de Whitman: “Canto al cuadrado deífico, de lo Uno que avanza, de los lados, de lo viejo y del ahora, del cuadrado enteramente divino; sólido, de cuatro lados (se necesitan todos los lados): desde este lado, Jehová soy, el Antiguo Brahma yo, y yo Saturno soy...”
Continuaremos con estas formas y citas coincidentes.