Como se dijo en la nota anterior, hay antiguas representaciones de dioses y diosas domando un animal. Por ejemplo. la carta XI del tarot, La Fuerza, representa a una joven obligando a un león para que abra la boca.
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Entre los sumerios y babilonios, a Gilgamesh se lo muestra dominando un león, mientras que Marduk controla un bote en el que navega con un dragón. Estas son referencias a la parte animal del hombre, que también están presentes en la tradición judeocristiana, como podemos leer en el Libro del Génesis (3:1): “Empero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que el SEÑOR Dios había hecho. Y esta le dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comeréis de todo árbol del huerto?”
En la historia del diablo que tienta a Adán y Eva, el primero también es personificado como bestia; una serpiente, en este caso.
Según estas antiguas tradiciones, esta parte animal siempre se muestra como algo significativo, que no se debe descuidar.
Inanna-Ishtar, por ejemplo, probablemente haya inspirado la representación del diablo en la carta del tarot marsellés, miles de años después:
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En este caso, a la diosa sumeria se la muestra parada sobre dos leonas, mientras que el diablo se para sobre el mundo. Las dos lechuzas `que flanquean a Inanna se vuelven dos hombres con orejas de burro, encadenados a la posesión del diablo: el mundo.
Otra imagen nos muestra a San Jorge matando al dragón, otra variación cristiana de la serpiente:
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Hay más para meditar en todas estas imágenes, pero ahora sería interesante prestar atención al famoso Shiva danzante que, aunque en muchas imágenes aparezca controlando a una bestia, aquí se lo muestra como parado sobre un bebé, claramente simbolizando que estos animales son verdaderamente algo dentro del hombre.
Para fortalecer esta idea, el milenario I Ching dice: “Cuando el espíritu del cielo gobierna en el hombre, su naturaleza animal toma su lugar adecuado.” Plotino, en el siglo II también se refiere a esta parte animal: “La verdadera persona es algo diferente, pura del contacto con la parte animal de nuestra naturaleza.”
Entre los mesoamericanos, el mismo Quetzalcóatl era una serpiente emplumada y en un mito del siglo IV dice: “El espíritu maligno persuadía a los toltecas de hacer el mal. Para alcanzar esta meta tomaba distintas personalidades. Cambiaba su cuerpo en formas animales y seres monstruosos y se aparecía como prostituta."
Como vemos, diferentes culturas, separadas en el tiempo y el espacio, transmiten sorprendentemente ideas similares. Regresaremos a esto.
© Hugo Ferraguti
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